Aquellas notas de saxofón de ‘Careless Whisper’ de George Michael, la voz de Marvin Gaye o las letras explícitas de ‘Pour Some Sugar On Me’. Para la mayoría parece un cliché, canciones que por su estilo, notas o letras son consideradas “perfectas” para tener sexo mientras las escuchas, pero en la mayoría de las ocasiones resultaría en un encuentro cursi y cómico (por no decir ridículo).
El sexo y la música se llevan de la mano, pero pueden ser una combinación peligrosa, la canción o género incorrecto pueden arruinar el humor y por ende la atmósfera. Sin embargo, la música es un gran aliado que puede alargar las sesiones e incluso mejorar los orgasmos.
Ritmos que motivan
Prueba de esta cuestión fue un estudio comandado por Deezer; se encontró que el 30 % de las personas reportó que se sentía mucho más motivado con música de fondo durante el sexo, mientras que el 25% reportó que era más placentero.
Esta preferencia de las personas encuestadas se explica cuando se toma en cuenta que la música y el sexo es interpretada por el mismo sistema del cerebro. Aspecto comprobado por un estudio de la Universidad McGrill en Canadá, que demostró que el sistema químico responsable del placer durante el sexo también se estimula al escuchar una canción preferida.
El efecto de esta conexión reduce notablemente las ansias que pueden surgir durante el primer encuentro de una pareja. La música ayuda a reducir los niveles de estrés, lo que se refleja en mayor inhibición y una mejora en los orgasmos.
Por si fuera poco, está demostrado que la música puede ayudar notablemente el rendimiento físico de una persona, esto debido a que ayuda a concentrarse únicamente en el ejercicio que se esté haciendo. El sexo en buena parte implica una actividad física; por lo que resulta ser ideal para que los encuentros sean interminables.
La importancia a la hora de combinar la música con el sexo es encontrar el ritmo con el que ambos se sientan cómodos y conectados; así disfrutan de todos beneficios desinhibidores y eróticos que tienen sus tonos preferidos, sin el riesgo de caer en lo ridículo.